Acero de balas de piel

Tengo miedo de despertar.
Que aquel viento me cubra con su sombra.
Que la hormiga que sigue con sus ojos
un laberinto mientras me lavo la piel de balas de acero
me encuentre leyendo este poema.
Ese aliento indefenso se me escapa
tras la espina audaz que me invadió.

Veo por el camino abarrotado de fuego.
Tropieza el traficante de pobreza.
De su propia conciencia es prisionero.

No tengo miedo de su sombra agria.
Que aquel vicio imperial de muerte,
o aquella sombría epidemia global,
maten la hormiga y se me irriten los poros
por las esporas mojadas de hambre.
Debo despertar para recuperar el aliento.
Mientras camino vehemente con la barra de espinas.